Ante la emergencia social ¡no hay tiempo que perder!
26.03.2015 17:12
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Es un hecho constatable, que ya podemos palparlo a diario y que se demuestra por los hechos y las cifras, la clase trabajadora vivimos en una situación de auténtica emergencia social: el desempleo es una carga que soportan más de 5.500.000 personas, siendo la mitad los/as que lo hacen desde hace más de dos años. De entre los/as más jóvenes, el 52% no encuentra un empleo y entre los/as mayores de 55 años, suman el 19%. La peor parte la reciben los 2 millones de hogares que actualmente se encuentran con todos sus miembros parados/as, una cifra exactamente igual a la de los/as mayores de 45 años sin trabajo. Las consecuencias no podrían ser otras que el inminente riesgo de pobreza que amenaza al 27% de la población y que se ceba con los más de 2,5 millones de niños/as, que viven en hogares sin apenas recursos. Algo que no dista mucho del 12% de los trabajadores/as que aún en activo se encuentran en ese umbral. Lo que obliga a las familias a elegir entre las necesidades básicas o el desalojo de su vivienda (un drama que ha afectado a una media de 570 hogares al día desde que comenzó la crisis). En cuanto al acceso a estudios superiores, 45.000 estudiantes se han quedado fuera este año por el aumento de tasas y matriculas y 700.000 chavales/as han dejado de ser becados/as en comedor y material escolar en la educación obligatoria. No es diferente para jubilados/as y pensionistas, que se ven afectados/as por la paulatina pérdida de poder adquisitivo gracias a una triquiñuela legal del gobierno en esta materia. Un saldo revelador de la situación es el medio millón de personas que han abandonado el país, alrededor de 200.000 son nacidos/as en España y el resto que regresan a sus respectivos paises. (INE/medios Octubre 2014)
El panorama social derivado de los eufemísticamente llamados planes de ajustes, que los distintos gobiernos han llevado a cabo en algunos países europeos, especialmente los mediterráneos, no es más desolador que el mismo futuro que se nos augura a la clase trabajadora, si siguiéramos permitiendo este frontal ataque a nuestros derechos y por lo tanto, a nuestras condiciones de vida. La política de la austeridad que nos ha sido impuesta, no será tan pasajera ni tan sencilla de revertir como se han ocupado de escusar los dirigentes políticos. A diferencia de los discursos que llegan desde el FMI, el BCE o toda la amalgama de élitehospis financieras, que no necesitan de disculpa ni control y entienden que el desproporcional aumento de la desigualdad ha venido para quedarse. Los recortes, el desmantelamiento de recursos y servicios públicos, la pérdida de derechos laborales o la exclusión social generalizada, ya han sido refrendadas por decretos y leyes que lo van a mantener en el tiempo y que además, se encuentran sometidas al chantaje económico global a través de una deuda ilegítima fruto de la especulación y el enriquecimiento de unos/as pocos/as. Es el capitalismo refundado del que oímos hablar en 2008, la vuelta de tuerca que el neoliberalismo necesita para su propia supervivencia en una huída hacia delante que deja en la cuneta a la mayoría de las personas.
Es por esto que decimos que el tiempo corre en nuestra contra, en la de los/as que estamos sufriendo las graves consecuencias de un sistema económico escudado en otro político, que lleva mucho tiempo anteponiendo el beneficio a la gente. Nosotros/as mismos/as, los/as que hemos visto las expectativas frustradas y nos han robado la posibilidad de prosperar, los/as que hemos visto a nuestros hijos/as salir del país con una licenciatura bajo el brazo, como única salida para emprender una carrera profesional o a nuestros/as padres y madres obligados/as a aceptar condiciones regresivas en sus trabajos de siempre, bajo la amenaza de la impotencia que supone verse sin sustento a los 50. Hemos visto ya a algunos/as de nuestros/as vecinos/as sacar a toda prisa las pertenencias de sus hogares bajo una orden de desahucio y hemos visto también, a los/as más pequeños/as con hambre en el colegio. Los/as que nunca lo hicieron pero ahora sufren de depresión, de ansiedad o de estrés, porque en el fondo sabemos que estamos aguantado demasiado y esta situación nos supera. También hemos asistido, a veces impasibles, a como se maltrataban los derechos y las vidas de trabajadores/as venidos de otros países, con los/as que nos han intentado enfrentar en un juego del último contra el penúltimo. Somos los/as que se han quedado sin ayuda a la dependencia para los que más la necesitan de la casa, los/as que nos hemos quedado sin cultura, sin la biblioteca por hacer, sin polideportivo o se ha estropeado una acera, unos bancos del parque que nadie viene ya a arreglar. Porque nos hemos dado cuenta de que nuestros impuestos pasaron a ser un jugoso negocio para corruptores/as y corrufabricaptos/as.
Somos nosotros/as de igual modo, los/as mismos/as que en los últimos años nos rebelamos ante los atropellos cada vez más mortíferos. En ese camino hemos comprobado que éramos una mayoría que hasta entonces nos creíamos en minoría, consiguiendo salir del aislamiento social en el que nos tenían instalados/as y sintiéndonos arropados/as por quienes nos acompañaban y se reconocían en nuestros problemas. La lucha nos ha dado esperanza y nos ha devuelto la ilusión, hemos aprendido que es justa y urgente para nuestra supervivencia y que si persistimos, nos es útil y se pueden recoger frutos que también se pueden palpar: un desahucio que no se ejecuta por la presión vecinal, un ERE que frenan los trabajadores/as que se empeñan en defender su puesto de trabajo, un ambulatorio que se resiste a la gestión privada con un encierro de usuarios/as y profesionales, unos estudiantes dejando en evidencia a la LOMCE o los más mayores sacándole los colores a la banca por una estafa monumental. Son los ejemplos reales de que luchar hoy sirve, de que necesitamos y queremos encontrarnos como pueblo, para provocar y construir un cambio a favor de mejorar nuestra vida y ganar nuestro lugar encasa una sociedad mejor, el lugar de los/as que ponemos el mundo a girar.
La CNT es nuestra apuesta y nuestra herramienta, un sindicato de trabajadores/as que mediante las secciones sindicales se organiza en los centros de trabajo. Fuera de la estructura de los comités que se han demostrado contrarios a nuestros intereses más básicos y apostando por los espacios independientes de la empresa, donde los implicados/as hablen y lleguen a acuerdos en una asamblea que garantiza que las decisiones sean colectivas y que recojan el espíritu del anarcosindicalismo. En el sindicato nos organizamos de manera que todos/as tenemos voz y voto en las cuestiones que atañen a su funcionamiento y participamos de las propuestas, que como organización defendemos ante la sociedad. La horizontalidad y la autogestión son nuestras señas de identidad, gracias a mecanismos que limitan el poder y supervisan la tarea de los cargos y de los delegados sindicales; así como la independencia económica que proporciona rechazar las subvenciones estatales.
Asociarnos en el sindicato es nuestra defensa y también es nuestra manera de implicarnos en la transformación social a la que aspiramos, construyendo desde y para los/as de abajo sin pasar por una política con finalidad electoral, en la mayoría de ocasiones viciada por las circustancias propias del poder, en la que perderíamos la capacidad de intervenir de manera plena.
Federación Comarcal Sur
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Rivas Vaciamadrid
Leganés
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Alcorcón
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